viernes, 8 de enero de 2016

MI TESTIMONIO…UNO DE TANTOS

Un día te levantas con una resaca descomunal, con la boca seca y el paladar que se pega en el cielo de la boca, qué asco de vida otra vez ha vuelto a pasar, ¡pero si ayer dije que no volvería a tocar el alcohol nunca más!, otra promesa de enfermo alcohólico que como miles de veces anteriores no se pudo cumplir, sentado en el sillón mirando al frente y con la mente perdida recupero la memoria y lo primero que pienso, es que había tenido otro fracaso más para añadir a mí grandioso Curriculum, ¿aún no he tocado fondo? Me pregunto una y otra vez, ¿cuándo voy a decir basta y hasta cuándo?, hasta que vuelva a coger otra copa como siempre. Una mañana me levante sin ser capaz de recordar nada de lo ocurrido en la noche anterior y no sabía cómo había llegado a casa. Preocupado por la posibilidad de haber cometido algúna atrocidad estuve inquieto todo el día, sin saber si iba a aparecer la policía o quizá alguna persona que me hubiera metido con ella o yo que sé. Eso era el infierno, cuantas veces hubiera preferido estar en la cárcel privado de libertad a estar en la calle preso por el alcohol. Me encontraba solo, no tenía amigos porque de esta manera no dependía de nadie y asi no tenía que dar explicaciones, era una soledad buscada para beber a mis anchas, siendo un pobre desdichado, enfermo y sin voluntad, me veía condenado a transitar por el mundo solo y triste, me daba cuenta que estaba asomado al abismo apresado por el alcohol que es el demonio de la degeneración y la ingratitud, deprimido y acobardado por extrañas amenazas imaginarias acompañado por unos temblores inequívocos de un cuadro grave de Síndrome de Abstinencia, un temblor terrible que hizo de mí una persona desquiciada con el Sistema Nervioso destrozado y marcando de por vida mi alcoholismo agudo. Mis locos desenfrenos acabaron por alejar de mí a la sociedad entera, la estimación, la confianza y el respeto tanto de los que decían ser mis ”amigos” como del resto de mi entorno, estaba realmente solo, sin fe, sin voluntad, sin cariño ni ilusiones, todos huían de mí como de un leproso moribundo. No me pare a pensar si tenía razón pero aquello, lo que si se es que los errores me habían colocado en aquella situación desesperada. No podía escoger ni decidir nada era un esclavo al servicio del alcohol, el cual lo necesitaba como un coche la gasolina para echar a andar en cuanto ponía el pie en el suelo, con esta situación me veía obligado a aceptar siempre lo que el “destino” me imponía, estaba desarmado y sin fuerzas era pues una piltrafa humana. Me quería morir, y no sería porque no lo intente, pero la cobardía me tiraba para atrás. No tenía ninguna razón para seguir viviendo. Sentía un dolor que no me permitía ni respirar. Me dolía el alma desde que me levantaba, hasta que me acostaba. Hasta que un día se abrió una luz en mi ceguera y llegue a la Fundación no sin antes haber desecho todo, mi familia, mis amigos y lo único que me quedaba era mi trabajo y si continuaba por ese camino, no por mucho tiempo. En un principio me costó entender que no siempre las terapias tienen que salir bien, pues había días que encontraba algo muy positivo, que me ayudaba a entender y comprender mi problema con el alcohol y en otras ocasiones me preguntaba para qué había ido. De cualquier manera seguí acudiendo todos los días que había terapia y con el tiempo empecé a ver la luz que me iba llegando, hasta comprender qué era un enfermo alcohólico y de qué manera se le puede hacer frente al alcohol, ahora llevo desde el siglo pasado asistiendo y la fundación es para mí la escuela de la vida allí he aprendido a tener humildad, respeto y dignidad. Desde ese momento no he vuelto a beber ni una gota y he vivido los mejores años de mi vida. Por el simple hecho de dejar de beber, mi vida mejoró en todos los aspectos, aunque ha llevado mucho más tiempo recomponerme en todos los sentidos, física y emocionalmente, cuando ya lo había conseguido decidí no quedarme solamente ahí, hice mucho más, mi objetivo era ponerme a disposición de la Fundación y ayudar a los enfermos y familiares que llegaran con esta enfermedad tan devastadora, pues es el acto más maravilloso y reconfortante que puede tener cualquier enfermo como es el de ayudar a otro a ponerse bien. A día de hoy he tenido otras enfermedades entre ellas de huesos y un cáncer de los que nunca estuve preocupado puesto que son cosas que no decides tú, el mejor día de mi vida fue cuando tome la decisión de no volver a beber jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario