"No me compensa pasar
un día entero hecha polvo por unas horas de diversión"
Con 16 años, en
España te
puedes casar y conducir una moto que no sobrepase los 125
centímetros cúbicos. Sobre esa edad ya eliges en el instituto si te interesan
más las ciencias o las letras y es probable que empieces a salir de fiesta con
tus amigos. 16 es la edad media en la que se consume alcohol por primera vez en
nuestro país, (aunque tenemos conciencia de que es a los 13’5, pero en las dos edades
es demasiado pronto), según
el Observatorio Español de las Drogas y Adicciones, aunque la ley no te
permite comprarlo; también es el momento en el que algunos chavales dicen por
primera vez “no” a consumir alcohol.
Los hábitos de
consumo a lo largo de los años muestran la tolerancia social que existe en
nuestro país hacia el alcohol desde la adolescencia. Ante esta realidad, ocho
jóvenes abstemios, de entre 18 y 28 años cuentan qué les ha llevado a tomar la
decisión de no beber, qué sienten cuando ven a sus amigos borrachos o cómo se
relacionan al conocer gente nueva.
Laura
Moro, 20 años: “No he sido capaz de acabarme una copa”
A esta
aficionada al atletismo no le atrae el alcohol, ha visto “muy mal a algunos
amigos por sus efectos” y prefiere quedarse al margen de las borracheras. Hasta
el punto de que asegura que intentó beberse una copa en 2017 y fue incapaz de
terminársela.
Shifa
Rostom Ajlani, 27 años: “Al ser musulmana y llevar el hijab la mayoría de gente
no me pregunta si bebo alcohol, es obvio”
Esta madrileña
residente en Liverpool nunca ha probado el alcohol. El motivo principal es que
su religión, el Islam, lo prohíbe: “Según el Corán, el alcohol tiene
beneficios, pero sus prejuicios son mayores que sus bondades”. Como dentista,
también tiene muy en cuenta lo perjudicial que es esta sustancia para la
salud.
Álvaro Varela,
23 años: “Mi pasión por el deporte y la natación es uno de los motivos para no
beber”
Este estudiante
de Medicina cree que tuvo suerte con su grupo de amigos de la adolescencia.
“Crecí en un ambiente en el que éramos todos deportistas y nunca bebimos para
relacionarnos. Me gusta mucho el deporte y siempre he practicado natación, lo
que sin duda ha contribuido a que no beba”, reconoce. Años después, la
formación médica le ha dado otra perspectiva del alcohol, que considera
“terriblemente perjudicial”. Y añade: “He percibido situaciones límite por
culpa de esta sustancia”.
Lucas
Sánchez, 26 años: “Cuando descubrí el daño que me hacía beber, lo dejé”
“No bebo alcohol, ni fumo, ni consumo drogas. ¿Por qué no bebo?
Por lo mismo por lo que no ingiero veneno. ¿Hay más abstemios por aquí? ¿Cómo
lo vivís?”. Estas son las palabras de Lucas Sánchez en un foro de escritores en
el que el barcelonés buscaba compartir cómo es su vida desde que a los 25 años
decidió dejar de consumir alcohol. “Bebía para desinhibirme y para olvidar mis
problemas durante unas horas, pero no solucionas nada en estado de embriaguez,
pierdes todas tus capacidades cognitivas y contribuyes inútilmente a matarte un
poco más”
Claudia
Sánchez, 27 años: “No sé cómo puedes, yo no podría, ¿nunca lo has probado?”
Ser abstemia no
es ningún inconveniente para esta sevillana, que disfruta de su Feria de Abril
y demás festejos como la que más. “Desde siempre me ha generado rechazo el
alcohol, mis padres me concienciaron mucho y, después, al ver a mis amigos
borrachos sentía vergüenza”
Jaime
Llorente, 28 años: “La gente defiende el alcohol para autojustificarse”
“El típico
sorbo de champán en Año Nuevo”, sí. Pero a Llorente el alcohol le sabe a
colonia. El publicista ha crecido en los alrededores de la Casa de Campo
madrileña, donde se celebran botellones a los ha acudido, aunque sin consumir
alcohol. “He ido como el que más, al principio me aburría un poco, pero luego
cerraba discotecas”, dice.
Reconoce que
cuando conoce gente nueva le bombardean a preguntas sobre su decisión. Aunque
también que su entorno intenta protegerlo para que no tenga la tentación de
beber un trago o coger un cigarrillo. Llorente asegura que ha bebido alguna vez
para demostrar al resto que no habla con desconocimiento. Además, cree que
muchas personas intentan justificar de algún modo el consumo de alcohol porque
necesitan respaldar su hábito.
Patricia
Peribáñez, 28 años: “No me compensa pasar un día entero hecha polvo por unas
horas de diversión”
“No me gusta el
sabor”, “me suele aparecer una reacción alérgica en la cara, me duele la tripa
y la cabeza”... Motivos no le faltan a esta madrileña para rechazar el alcohol.
La licenciada en Ciencias Ambientales tiene claro que, con la cantidad de veces
que se pone mala a lo largo del año, no le compensa pasar un día entero hecha
polvo por la resaca a cambio de unas horas de fiesta.
Sandra
Moro, 18 años: “Me parece un robo que por un refresco te cobren 3 euros y por
una cerveza, la mitad"
Con la mayoría
de edad recién cumplida, Moro estudia Terapia Ocupacional y alguna vez la han
acusado de amargada por no tomarse una copa. A Sandra le indigna pagar 3 euros
por un refresco o un zumo cuando las cervezas cuestan la mitad y ver a la gente
borracha le reafirma en su decisión de ser abstemia. No beber no le impide
pasárselo bien, es capaz de irse a las fiestas de un pueblo de Cáceres con
amigas y no dejar de bailar en toda la noche. “Y terminar a las 11 de la mañana
jugando al voleibol, sin una gota de alcohol en el cuerpo”.
En España no
existe una ley nacional que intente frenar el consumo de alcohol entre los
menores y prevenga los futuros hábitos de los jóvenes. Después de que la
polémica “ley antibotellón” de 2002 no se aprobase, algunas Comunidades
Autónomas tomaron el relevo en esta materia. En noviembre de 2016 la ministra
de Sanidad, Dolors Montserrat, anunció un proyecto legislativo ambicioso que
aún se encuentra en fase de estudio. Las entidades e instituciones que forman
la Movilización Alcohol y Menores, impulsada por la Federación de Ayuda contra
la Drogadicción (FAD), han
pedido estos días que la futura ley no sea solo represiva y contemple
medidas educativas y de prevención.