viernes, 21 de octubre de 2016

¡¡¡ EL INFIERNO A LOS 25 AÑOS!!!

«Yo me lo tenía más que creído, y me decía a mi mismo, soy un chaval de 25 años, no puedo ser alcohólico»
Un día cualquiera de un año cualquiera aparecí de repente en una calle que no conocía, yo un chaval muy joven, demasiado joven diría yo para entrar en una Asociación para Alcohólicos, nos presentamos y muy amablemente nos invitaron a sentamos para hablar, yo iba con mi madre. Me llamare con un nombre ficticio Santiago, tenía por entonces 25 años y había comenzado con mis “hazañas” a los 14, era una persona muy retraída ya que me costaba entablar amistad con los demás y descubrí que el alcohol era mi ayuda, mi gran “amigo” sobre todo para hablar con las chicas, una de las cosas que si es chocante, que en todas las fotos que tengo de aquel tiempo se me veía con una cerveza o una copa en la mano, yo creía que aquello era lo normal, puesto que todo el mundo lo hacía o eso creía yo, todo esto que me pasaba nos puso en alerta cuando al poco de cumplir los 17 mis salidas de tono eran serias, y podía desaparecer tres días y no recordar donde ni lo que había hecho, aun a día de hoy no recuerdo aquellas noches y si digo la verdad casi lo prefiero. El alcohol me obstaculizo para continuar con mis estudios ya que por las mañanas no había manera de levantarme y encima las resacas eran criminales. La verdad es que nadie pudo ayudarme, mis padres lo intentaron todo me llevaron a psicólogos y psiquiatras pero yo los engañaba como quería, no me dejada ayudar, intente un sinfín de veces dejarlo yo solo pero me resultaba imposible, tampoco quería darme cuenta de lo que realmente me estaba ocurriendo, logre estar un máximo de 40 dias en abstinencia pero la confianza me hizo volver a beber y a irse otra vez mi autoestima por la alcantarilla, acabe con depresiones y con intentos de suicidio, había momentos en mi vida que me acostaba y al día siguiente no podía levantarme, me fallaban las piernas y me dolía todo el cuerpo igual que si me hubieran pegado una paliza. Pero al igual que todo empieza, también si tú quieres tiene un final y un día que me pude levantar aunque con una resaca enorme, desayunando con mis padres les pedí ayuda porque ya había tocado fondo, mi madre abrió unos ojos que parecía que le había tocado la primitiva y yo creo que si no la para mi padre nos vamos a la puerta de la Asociación hasta que abrieran, recapacitando ya en esa mañana es que no me lo podía creer que yo hubiera dado el primer paso para mi “curación”, esa tarde nos acercamos a la Asociación y entre a los grupos de autoayuda, después de estar nueve meses sin beber tuve una recaída yo creía que lo tenía todo controlado, deje de tomar la medicación y no asistía a las reuniones, lo mejor de todo es que hice caso mis compañeros de grupo y volví a terapia, ahora llevo 10 años sin beber y estoy muy feliz. El dejarte llevar por tus propios engaños llegando a autoconvencerte de que si lo he conseguido una vez voy a poder dejarlo de nuevo, una causa de inmadurez del enfermo alcohólico y la sensación para los demás de que con esa postura no quieres dejar de beber, siendo tan joven sientes una gran impotencia al tener que cambiar todos tus hábitos, no puedes salir con tus amigos puesto que la vida social de ellos está realizada siempre en lugares donde el alcohol es el principal “actor” en la trasnochada, cuantas veces he tenido que salir corriendo de una discoteca por el pánico a ver pasar una tras otra copa de alcohol por delante de mi cara y te pones fuera de si por no poder tomarte una, es lo que se llama un verdadero sufrimiento, he visto amigos con los que empecé a beber ya fallecidos con el hígado destrozado y apenas 40 kilos de peso era muy duro, aquello era lo que me empujaba a seguir adelante porque yo no quería morir, fue muy difícil aceptar y asumir que yo era un enfermo alcohólico, para mí un alcohólico era el que vivía en la calle y bebía “brices” de vino barato. Y yo me decía “No puedo serlo, yo no puedo ser alcohólico. Solo soy un chaval de 25 años”, ahora tengo mi trabajo mi propia familia, te das cuenta de lo maravillosa que es la vida sin alcohol, recuperas todos los aspectos de tu vida que se habían truncado, recuperas los valores, la dignidad y nos damos cuenta que somos personas de cara a la sociedad igual de validos que los demás.

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